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lunes, 28 de septiembre de 2009

Los funerales de la luz





La noche es el naufragio de los barcos errantes
la sentina donde se doblan
las flechas lanzadas por los arqueros
del sol.
La noche es la voz de la ciudad levantándose
entre luces,
los perros reconociéndose en sus últimos ladridos,
niños que lloran al fondo de los patios.
Lanzas de luz
quiebran sus aristas contra
esta alta pared de sombras.
La tarde es una basílica abolida,
incendio de oro viejo
perseguido por una carreta de potros negros,
bóveda negra en la que Eolo
hace volar pompas azules.
En el instante en que se rompe el día
cambia también la música del tiempo,
caben en la luz ritmos profanos
y los lutos del sol llaman a trenos sacros.
Noche y día,
músicas distintas,
clavicémbalo a dos tonos
entre la tempestad del mar.

Por  Medardo Arias Satizábal

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